MIERCOLES SANTO
Cuando llega la noche del Martes Santo, cuando se junta con el Miércoles Santo, en la noche oscura de la ciudad de Ávila, la austeridad se ve engrandecida por la procesión del Miserere. María Magdalena desde la pequeña iglesia enclavada en un lateral de la Plaza de Santa Teresa a recorrer las calles empedradas de la ciudad amurallada. Arco del Alcázar, emotiva calle de la Muerte y la Vida, una calle emblemática de nuestra ciudad donde la austeridad se junta con la elegancia y la fe. Solo el ruido de un tambor y el sonido del arrastre de las pesadas cadena rompen el silencio de esta santa noche. María, la mujer que unge y perfuma los pies de su Maestro va al encuentro con Él enclavado en la cruz del Humilladero. Patronato de las Animas y Patronato de la Vera Cruz, antigüedad en esta noche que perdura en el tiempo. Todo se cumple cuando María lo ve en la cruz, en el ultimo suspiro del Cristo de los Ajusticiados. Entonación del miserere que rompe en la noche. La pasión se acerca.
Miserere.
Cuando ya es Miércoles Santo los capuchones morados de capa granate comienzan
el acto del perdón. Un año más recorren el pequeño trayecto hasta el Arco de
San Vicente para esperar y dar la mano a los miembros del Patronato de la
Purísima Concepción, Santa María Magdalena y Ánimas del Purgatorio. La talla de
la mujer entra en el Humilladero portada a hombros y se postra ante el Hombre
en la Cruz, el Santísimo Cristo de los Ajusticiados, que percibe con su mirada
de ese último momento que se acerca el Calvario.
Roberto Ponce Jiménez.
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