miércoles, 17 de mayo de 2017

Segundo domingo de mayo, Domingo de la Reina de las Vacas

Al repique de campanas, cuando todo un barrio espera que se abran unas puertas para que de ellas salga lo más grande, la Reina del Cielo. Siempre arropada por sus mozos, por sus hijos que no la dejan pase lo que pase, ellos son sus pies y su guía en ese segundo domingo de mayo. La plaza está a la espera de ver como su Virgen sale a las calles. El sol se ha despertado contento, no se quiere perder el momento de ver como María camina por la ciudad de Ávila. Cohetes, dulzainas, estandartes de las cofradías de la ciudad acompañan a la Virgen de las Vacas en su tránsito. Paradas en su recorrido, Hospital Provincial, Monasterio de Santo Tomas, Colegio Medalla Milagrosa, Convento de San José, es un discurrir de visitar en las que el rezo se hace presente junto con el canto celestial de las monjas de los conventos. La Reina del Cielo avanza con sus mozos, pero al llegar al barrio de la zona baja de Ávila, los mozos de la Ascensión la esperan. Ellos serán los encargados de pasearla por su barriada, entregando la ofrenda tradicional hacia Ella. El recorrido se para para descansar en el Convento de la Encarnación donde las siervas del Carmelo contemplan la bella estampa tras la reja del convento. La Virgen de las Vacas sale de la Encarnación para recorrer San Martin y la Iglesia de la Virgen de la Cabeza. Pero en torno a ese momento el reloj se para todo se detiene, cientos de personas esperan el momento en el que cuatro afortunados sean los encargados de hacer uno de los momentos más inolvidables del día. Loso mozos colocados la gente con la mirada fija en un punto, Ella, el centro de todo. Y de repente la música arranca a sonar, El Gato Montes vuelve a ser protagonista del momento. Vítores palmas, oles, saltos y vivas. No se puede describir con palabras un momento así. Solo su gente, sus devotos, los que cada día la rezan son los que sienten la mayor alegría cuando ven esos tirabuzones volar con la muralla de fondo. Una muralla que es testigo de cómo una de las devociones más grandes de Ávila pasa de generación en generación.
La calle Vallespin se hace más dura después de lo vivido, la Virgen del Consuelo recibe a la Reina para que pueda continuar su peregrinar hacia Intendencia y la Plaza del Mercado Chico donde la Hermandad de la Esperanza la recibe bajo su arco como año tras año. El mediodía termina y la Virgen de las Vacas descansa en San Juan, hasta el reanudo de la procesión por la tarde. EL centro de Ávila repleto de gente, Convento de la Santa, Iglesia de la Magdalena, Parroquia de San Pedro, visita al Convento de Gracia, para llegar así a su barrio, a su lugar de origen. Ellos la esperan, año tras año las escaleras de la Cuesta de Gracia se llenan de alegría a ritmo de pasodoble, donde la Virgen se va parando para saludar balcón a balcón a todos sus vecinos. Así recorre la Reina el barrio que la quiere, que la mima con lluvias de pétalos y ofrendas a su paso. No cabe nadie más en la Ermita, la Virgen está a punto de entrar, las palmas se sienten desde fuera. Vivas a la Reina de las Vacas, aplausos a su paso, un año más el segundo domingo de mayo ha cumplido la tradición. Puesta en lugar junto al altar, llega el momento más emotivo, donde las lágrimas empiezan a salir con solo escuchar una palabra cantada: SALVE. A flor de piel estas los recuerdos que te inundan, esa persona qe ya no está pero desde el balcón del cielo nos está viendo. Desde aquí abajo te pedimos que lo tengas bajo tu manto.
Reina, Señora y Madre de las Vacas, como cada año a plantas venimos a rezar y cantarte. Bajo un jardín de rosas blancas has paseado por tu ciudad que te coronó como su Reina. Manto azul que se juntaba con el azul de cielo para ser todo uno y arroparnos a todos. Esa mariposa se volvió a ir a cada uno de los corazones de tus fieles. Reina, en esa mirada tuya nos perdemos, mientras vemos como en tu cara si dibuja una pequeña sonrisa que en los malos momentos nos hace sentir mejor. No nos dejes nunca Madre.


















































lunes, 3 de abril de 2017

ANUNCIO SEMANA SANTA AVILA 2017


Y es al despunte de un viernes, de un día más de la Semana, cuando toda una ciudad se despierta tranquila con un redoble de fondo y el olor del incienso a la vera de su muralla.

Para muchos un día mas, una semana que se acaba, pero desde aquí te digo que para muchos es un sueño que empieza y que jamás desear que se acaba. Es el olor de la primavera que viene asomando al alba cada día, el momento cumbre para esa semana, 10 días que son la Gloria, 10 días en los que Ávila toca el cielo, el cielo de su Muralla.

Ávila se vuelca, sale a sus calles y rincones, buscando el lugar más mágico donde ver esa estampa que quiere guardar en su memoria. 10 días de Pasión, 14 cofradías, hermandades y patronatos, 16 procesiones y 39 pasos; hacen de esta ciudad el lugar perfecto para rezar y contemplar como padece, muere y resucita el Dios humanizado, el Dios de todos los hombres.

Centenares de nazarenos, cofrades, patronos, braceros, anderos, costaleros recorren las calles de Ávila en un rezo continuo ante sus Sagradas Imágenes, y asi se pasan los días tratando que el tiempo se pare y esto nunca se acabe.


Es Viernes Doloroso, viernes de Madre que llora, de habito carmelitano y de cruz inclinada. Ya suenan los redobles de tambor, de esa banda de cornetas que pone los sones a la muerte del Señor. Paz de María, que al lado de tu Hijo derramas lagrimas mientras muere, yo en tu dolor de acompaño para llorar contigo, madre de mis amores. Que resignación la tuya que después de muerto tienes cara de calma, Cristo de los Afligidos cuida de tus devotos que rezan cuando por su lada pasas. Una campana me anuncia que austera es tu marcha, alumbrado por dos faroles vas andando por Ávila. Tus braceros son tus pies y tú les das confianza, para poder seguir así mientras rezan a la vera de la muralla.

Pasión de Sábado, pasión de estudiantes de morado y negro, de lágrimas de una madre porque muere su Hijo. A vos nos consagramos toda la ciudad entera, no solo los estudiantes que a ti te rezan. Una biblia entre las manos es todo lo que se necesita, así se cumple la escritura de que en el Madero morirás. Un brote de sangre de tu costado brota, como una fuente de vida para limpiar mi alma con ella. María, tu eres la fuente donde reside la Sabiduría, de riguroso luto caminas al son de una marcha eterna.

Palmas ondean de júbilo, para lo más pequeños la alegría, es el Domingo de Ramos, día de la Borriquilla. Que gracia es ver a un niño mirando y diciendo: “Mamá, es una borrica’’, la madre le sonríe pensado, es el comienzo de todo, de una semana inmensa.  Desde la Catedral es la salida junto a esa Virgen pequeña, es la Virgen de los Infantes, de los más pequeños su madre. Juventud antoniana te lleva, te acompaña en la alegría, camino de tu Iglesia para que no faltes cada día. Toda la ciudad se entrega, todos los niños se juntan, se forma un gran revuelo, cuando a su lado pasa esa estampa tan hermosa. Y es de Jerusalén donde sales, entre calles de piedra y cuestas para así poder gritar ¡Hosanna al Rey de los Cielos!

Nos adentramos en la Muralla, en esa Iglesia de pleno centro que testigo fuera del bautismo de nuestra Santa. San Juan Bautista, un portón se entorna para dejar paso a la que nunca se pierde, Esperanza. Y con ella se encamina una traición, un hombre que derrocha Salud mientras un beso se convierte en lo peor. Valientes tus braceros que te llevan, que te cantan y te adoran, cuando de tu barrio una lluvia de pétalos te inunda. Un arco es un punto clave, no uno cualquiera, sino el Tuyo. Ese arco que cada Lunes Santo con la rodilla en tierra, pasas meciéndote con la fe de una ciudad entera.

Un barrio se viste de blanco y verde, una Madre que despide a su Hijo clavado en la cruz.  La Ilusión de Ávila sale de esa pequeña ermita, por esa pequeña puerta que tras ella guarda a una Reina.  Sube ya Dios por el empedrado, llegando hasta esa Muralla que de fortaleza guarda sus bienes más preciados. Calle de Muerte y Vida, calle de la Cruz Vieja es el recogimiento la clave de esta inigualable calle que en Ávila merece su transitar. Y llega ante centenares de ojos, ante una hermandad de verde y blanco, todo se funde en un momento al ver ese señalado encuentro que año tras año se produce a la vista de la Catedral. Ante la Ilusión muerta, se inclina la Esperanza, que su hijo ya ha expirado, ha entregado el alma a su Padre y a su madre de las Vacas.

¿Explícame una forma de como tocar el cielo? Pues Señores en Ávila tenemos una, que son 9 escalones que te suben a la Gloria. Ya se asoma la cruz de guía, ya está el esparto ceñido, ya huele a incienso y a cera, tres golpes en la puerta, ¡Vamos al cielo con Ella! Ponte la faja hermano y hazte bien la ropa, que con ese costal que llevas, solo significa una cosa, tu eres sus pies y sus ojos, su llanto y su alegría. Redentor del Cielo maniatado, por dos sacerdotes juzgado sube al cielo de Ávila, de esa ciudad que te aclama al ver pasear por tus calles y cada subida a la gloria. Y ahí está, Tu que eres de las Estrellas la más bonita, mira que está llorando hasta la cera, de ver como derramas lágrimas y ser la humilde testigo del juicio, tras el que caminas.

De oro se tiñen las calles, de morado nazareno, ya se acerca el momento, instante de que la Catedral se abra para dar paso a un gallo mientras afligido llora San Pedro.  Y en el peso de la cruz va el sufrimiento de mis pecados, deja que te ayudo con ella, que el madero es de todos; poco a poco vas caminando, sujetando con tus manos el pecado de todos, Tu, Perdón Nazareno. Con las manos atadas, sometido a burlas y escarnios, Jesús de Medinaceli camina por sus braceros que dan sus pasos, para que Ávila lo rece y ponga en el su amparo. De la cruz clavado en el Calvario, es bajado en sus manos, en las del Mayor Dolor de su madre para después ser Yacente y sepultado. Tras esto vas tu madre, que de las Lágrimas eres señora, déjame que te consuele esta noche que el Martes Santo se acaba y se está llegando la hora.


Todo está en silencio, solo se rompe por el arrastras de cadenas, que dejan sonido escalofriante mientras de una pequeña iglesia sale María Magdalena. Cruzas el arco de la Muralla, para adentrarte en sus callejones, en la calle de la Muerte y la Vida, se estremece hasta el aire cuando suena una saeta en tu camino de ida. Pies descalzos por las piedras, un encuentro en San Vicente, es la Vera Cruz la que ayuda en tu caminar Magdalena. Ante el Maestro para ofrecerle tus perfumes te presentas, y es el canto de Miserere el que de fondo se escucha mientras la ciudad lo contempla.

Un barrio, un sentimiento, blanco y azul zafiro se bañan en una Iglesia románica, para ver como Dios muere y en los brazos de su madre se rompe hasta el alma. Arrodillado va el Señor con la mirada en el cielo, vas buscando una ayuda que solo el Padre te ofrece, pero tu barrio te empuja para soportar tu carga y así el dolor sea más tenue. En la cruz de mis pecados Agoniza el Dios de los Hombres, has llegado al Gólgota para morir en lo alto y redimir a tu pueblo cuando todo está acabado. Angustias es el nombre de la madre de este barrio, que cada Miércoles la ayudan en su dolor y su llanto, para poder soportar al hijo muerto y arroparlo con su manto.

Son dos procesiones distintas, pero de gran sentimiento, un mismo nombre completo, una tiene lo antiguo y la otra tiene lo nuevo, solo cambia el escenario, pero sigue siendo perfecto. De San Pedro la gran talla y de Mosén Rubí lo pequeño, todo es silencio en la noche solo se oye una corneta y un redoble de tambor muerto.  Hermanos con antorchas te llevan, te acompañan en tu camino para que a la vera de la Muralla le cambien los ojos al Cristo. Ya no tiene pena en su mirada, tiene los ojos de alivio, de ver como su ciudad lo ayuda con el sufrir del madero. Un cordón rojo en su cuello es símbolo compartido que todos sus nazarenos y devotos llevan porque al verte un sueño se los ha cumplido.

Santa Cruz relicario, das el nombre al Patronato, que en Ávila saca todos sus pasos, para tener una catequesis al aire, cada tarde de Jueves Santo. Y eres tú la primera, madero de mis pecados la que lleva la marcha andante ante el hombre traicionado. En una mesa sentados, Jesús reparte el Pan y el vino, para que su cuerpo y sangre queden en el seno de cada apóstol guardado. Con una oración Jesús aparta el cáliz que el ángel lo ofrece, aparta esto de mí que yo tengo ya mi sentencia en la muerte. Un beso es el signo de esa indudable traición, que con 30 monedas de plata Judas al mismo Jesús entregó. Sobre una vil columna te encuentras atado como un ladrón, azotes sufres por mí, yo no puedo con tanto dolor, y al verte en la Caída con tu cruz, deseo que todo se acabe que todo se convierta en luz, cuando la Verónica en su paño plasma la cara del Redentor, mientras en tu cruz pronuncias una palabra de oración, ofreces a tu Madre al discípulo que tanto amó, y llega la hora nona, cuando el velo del templo se rasgó en dos cuando el Cristo ha expirado y ha sido Ajusticiado mi Dios y mi Señor.

Llega el Viernes Santo de madrugada, centenares de personas llegan de la provincia para acompañar a ese Cristo, a ese de la espalda sangrante que cada madrugada muere Ajusticiado a la vista de la Muralla. Es fría la noche, la luna anuncia el alba, que poco a poco amanece dando la vuelta a la muralla. Catorce estaciones de un Vía Crucis, que son catorce penitencias, un lento caminar cofrade para llegar a la Catedral cuando despunta el día.

Tarde de Pasión y Santo Entierro, tarde de unión y de cofradía, en la que todas las hermandades participan buscando el anochecer del día. Todo Ávila se une en un cristo que expira, que Longinos ya ha atravesado su lanza, para que pase la muerte a la vida, para que a sus pies este su ciudad, su muralla su guía. En el sepulcro está muerta y yacente una vida, es el cristo que ha muerto mientras delante el ángel custodia su ida. Tras él la madre Dolorosa que de negro luto se viste para llorar por su Hijo, para rezar por su alma que en 3 días resucita en la Sagrada Familia.

Soledad, tristeza, apoyada en la cruz esta María, solo puede saber su dolor quien un hijo ha perdido algún día. Luto en sus Damas que en su paso le acompañan, mientras pasa el Mercado Grande hasta pasar por San Vicente. Una cruz solitaria acompaña a las tres Marías, Madre, Magdalena y  la de Cleofás, son tres las Santas Mujeres que transitan su caminar, lo hacen cada Sábado Santo en el atardecer de la ciudad.

Y es el día tercero en el que de la muerte resucita, el día del Buen Suceso, el día de la Romería. A las puertas de su Iglesia, puerta de la Sagrada Familia, la madre se encuentra con su Hijo a ritmo de tambor y dulzaina. Es un recorrido por la ciudad para anunciar la buena noticia, para decir con voz potente, Cristo ha resucitado de entre los brazos de la muerte. Estandartes de la ciudad lo acompañan para dar paso después a la llegada a su ermita donde cada año se juntan todos en romería.




Y cuando menos cuenta nos damos se han pasado los diez días, diez sueños esfumados que se han ido entre las manos dejando nuestro deseo al olvido. Solo podemos comenzar a contar lo que nos queda para otra Semana Santa, para que ese sueño de los despiertos se convierta en locura, en golpe de martillo en la llamada de un paso, en sonido de una corneta, en lágrimas de alegría, porque hagan estación de penitencia todas y cada una de las cofradías. No hay ninguna más importante, no hay distinciones con ninguna, cada una se esfuerza al máximo por poner en la calle a sus guías, a ese Cristo o esa Virgen que, aunque nombre distinto tengan, son Jesús y María. Una es la Paz de los hombres, otra Sede de Sabiduría, es la pequeña joven Infante la que los antonianos cuidan, la Esperanza que nunca se pierde, la Estrella que alumbra el día, las Lágrimas de una Madre y las Angustias de María, es Señora en la Tercera Palabra, y Dolorosa en trágica vida, es Soledad en la Cruz y Buen Suceso en la alegría. Y no haya distinción en la forma de llevarlo, unos que cargan con dos hombros, otros con uno solo, el costal en la séptima vertebra o las ruedas que lo llevan, es solo una forma variada de poner la fe en la calle, en esta ciudad que es nuestra vida. Que todos somos hermanos y luchamos por algo juntos por poner a esta ciudad en lo alto, en el cielo si pudiera, porque con orgullo somos de Ávila, de la Jerusalén castellana que tiene más que Muralla, aunque otros no lo digan. Solo nosotros sabemos lo que pasa en esta Semana de vida, que llegamos a la Gloria cuando sale el primer nazareno por la puerta, por el umbral de la Santa, y oímos esa corneta esa marcha divina, que nos toca el corazón y nos da aliento de vida para poder seguir en marcha hasta el año que viene que volvamos a rendirnos a los pies de Jesús y de María.