Con el frio de Ávila Nuestro Padre Jesús Redentor ha sido
trasladado hasta la parroquia del Inmaculado Corazón de María, para que durante
los próximos días se realice su Triduo. Dos días que permanecerá fuera de su
casa, pero pronto volverá a las Gordillas donde le está esperando su querida
madre entre lágrimas.
Todas las personas que han querido portar al Señor lo han
hecho, llevar sobre tu hombro al Hijo de Dios ¿Hay algo más grande? Sentir un
peso que se hace ligero con la fe, con la devoción que los abulenses tienen
cuando miran esos ojos del que están a punto de ser juzgado. Este sentimiento
es el que los costaleros del paso de misterio de La Estrella sienten cuando,
cada Martes Santo, cruzan el umbral de la puerta para salir hacia ese
escalinata que los sube al cielo, a la Gloría. Días de ensayo, días de rezo
ante la imagen que portaran ese martes tan ansiado.
Ver al Hijo de Dios maniatado por nuestros pecados, estremece
el corazón solo con dirigirle una simple mirada. Ese movimiento de túnica, un
vaivén que solo lo consiguen hacer los pies que lleva debajo, sus hijos, que
con fortaleza soportan la carga bajo su séptima vertebra. Las trabajaderas se
vuelven livianas, es un peso que no duele cuando piensas que sobre ti llevas al
hombre que dio su vida por la humanidad. Muchos serán los aplausos que recibirán
esos costaleros cuando pasen la pequeña puerta, cuando suban la escalera, en
cada levantá, en cada chicotá, pero solo ellos saben lo que se siente estando
debajo. Un sentimiento que no pueden explicar con palabras, porque es algo que
se tiene que sentir, algo que llevas muy dentro y que aunque no veamos lo que
ocurre debajo de esos faldones, se puede intuir la gran alegría de los
costaleros cuando saben que están haciendo disfrutar a cientos de personas. Y
en algunas ocasiones las lágrimas de la alegría van a recorrer su cara porque
no hay nada más grande que vivir la Semana Santa, y más si con tu granito de
arena formas una montaña de ilusión, devoción y alegría.
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