PREGON DE LA SEMANA SANTA DE AVILA
A CARGO DE FERVOR DE MURALLA
Llegando a estos momentos nada mejor que proponernos a
anunciar la semana más grande del año
para todos los cristianos, La semana santa. Dios nuestro padre se encarnó en
María y se hizo hombre. Jesús, el hijo del Carpintero, el galileo, El Mesías,
muchos nombres de conocer a una misma persona que solo se resumen en esto: El
Hijo de Dios. Ese hombre que muere en una cruz por nuestros pecados y para la
salvación de todo el mundo.
Y durante toda la semana se celebra la pasión del Señor
hasta el día de la Pascua en el cual resucita para vencer a la muerte y hacernos
partícipes a todos de su gloriosa vida inmortal.
Y en la ciudad amurallada, esa ciudad que evoca la época
medieval con esas murallas que resplandecen desde la lejanía. Jerusalén en la
época de Jesucristo y la vemos representada en la actualidad por nuestra
maravillosa ciudad, Ávila. La Jerusalén castellana, compuesta por tierra de
cantos y de santos.
Semana de Pasión que comienza un Viernes de Dolor hasta
llegar a un majestuoso Domingo de Resurrección y alegría. Catorce cofradías y
hermandades, repartidas en dieciséis procesiones que reflejan el dolor que paso
Nuestro Señor en su Pasión.
‘’Triste es la vista
de esa madre querida ahogada en un mar de aflicción, considerando a su hijo
querido, parte de sí misma, cruelmente clavado al árbol vergonzoso de la cruz’’
Un viernes de dolores que comienza con la Procesión del Via
Matris, sus cofrades ataviados con el hábito carmelita, a cara descubierta,
portan con gran sentimiento al Santísimo Cristo de los Afligidos y Nuestra Señora de la Paz. Dos imágenes reflejando
con serenidad. Jesús clavado en la cruz con aspecto relajado y con un
sentimiento de arrepentimiento tras haber asumido todo lo que le ha ocurrido y
haber entregado su espíritu al Padre
Eterno. Y ella la Señora de la Paz que con dos lágrimas en su cara mira como su
Hijo muere clavado en la cruz por el dolor de los pecados. Dos imágenes que los
hermanos portan por un recorrido por las
calles de la ciudad parando en las oraciones del Vía Matris
‘’Sapientia in veritatis libertate’’
Sábado de Pasión, Ávila tranquila acude a la Plaza de Santa
Teresa donde de la majestuosa iglesia de San Pedro sale la hermandad
estudiantil. Túnica morada, color nazareno por excelencia con una Biblia,
símbolo de la Palabra y la Sabiduría. El Cristo de los Estudiantes meciéndose
sale bajo la atenta mirada de La Gran Teresa de Jesús al fondo de la plaza. Dolorido tras su muerte
vemos como de la llaga de su costal corre un fuerte brote de sangre. Golpe asediado
por el centurión que creyó que era el Hijo de Dios. Y con la cabeza agachada
tras haber expirado su último aliento. Y
María, la que lleva en si toda la Sabiduría, de luto riguroso al estilo
castellano va detrás de su Hijo muerto llorando amargamente mientras reza por
el alma de todos. Ella es la guía de los Estudiantes abulenses, la madre de
todos.
¡Hosanna al Hijo de David!
Y montado en un pollino entra triunfante el Hijo de Dios en
la ciudad amurallada. Los jóvenes antonianos lo reciben con palmas en sus
manos, símbolo de la victoria Jesús con su mano en alto bendice a todos los
abulenses que lo reciben con ilusión y que en los próximos días verán padecer
al redentor. Y de manos de los niños de la Juventud antoniana camina Nuestra
Señora de los Infantes. La madre que ve al hijo entrar en la ciudad Santa como
un rey llevando en sus manos la palma de la victoria. Recorren la ciudad en una
mañana de luz y alegría. Desde la Catedral hasta el convento de San Antonio,
niños y mayores ven pasar a la borriquilla con la mayor de las ilusiones
llevando en sus manos palmas bendecidas que guardaran con mucha ilusión todo el
año.
‘’Verde y blanco, Ilusión y Esperanza’’
Y una noche más de lunes Santo la plaza de la Catedral se
abarrota de gente para presenciar el encuentro de una madre con su Hijo. Una
Madre llamada Esperanza que sale de San Juan buscando a su Hijo por las calles del Ávila con los
ojos llenos de lágrimas. Llevados por braceros salen de la Iglesia de San Juan,
Nuestro Padre Jesús de la Salud en su prendimiento y Nuestra Señora de la
Esperanza. Majestuosa sale la Reina de San Juan mientras sus braceros la meces
al son de la de la música. Petalada desde los balcones que hace ver la fe que
tienen los abulenses en esta imagen. Desde el barrio de las Vacas sale el
Cristo de la Ilusión, subiendo por estrechas calles los mozos de las Vacas lo
mecen con su tradicional ‘’vaivén’’. Arco de la Esperanza, los braceros de
rodillas cruzan despacio. Multitud de personas se agolpan para ver este bello
momento donde los nervios a flor de piel hacen que sea un momento mágico. Y en
la Plaza de la Catedral surge lo inesperado la Madre que llora espera al Hijo
que llega por la calle de la Muerte y la Vida. Cientos de ojos esperan como los
ojos de María se claven en su hijo muerto en la cruz. Un año más ambas hermandades
se han encontrado. Ávila ha sufrido con su Madre. Todo se ha vestido de verde y
blanco, de Salud, Esperanza e Ilusión.
‘’Estrella Redentora’’
Y desde la iglesia de las Gordillas se abren las
puertas a plena luz del día. Hermanos
preparados para la salía, costaleros que con fe aguardan debajo del paso a que
los den la orden. Toda Ávila espera a la puerta para ver salir a la Estrella y
a su Hijo el Redentor. El capataz que da la orden de salida, y ya preparados
frente a la puerta, rodilla en suelo por las dimensiones de la puerta. Entre
esfuerzos y lágrimas de emoción sale el hijo de Dios mientras es juzgado por Caifás.
El silencio se rompe cuando los abulenses premian a esos costaleros con un gran
aplauso, poco a poco suben la escalinata para empezar su estación de
penitencia. E inmediatamente la madre de ese Hijo sale a su encuentro, La
Estrella, que llorando bajo palio sigue a su Hijo mientras la mecen sus hijos costaleros.
La tarde del martes Santo se viste de blanco con toque andaluz. Toda la tarde
se llena de tristeza cuando el Redentor de las Almas es juzgado con su madre de
la Estrella morena detrás.
¡Salve, rey de los judíos!
Y ya cuando llega el anochecer en la ciudad amurallada, las
puertas de la Seo abulense donde la Archicofradía de la Real e Ilustre Esclavitud
de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli pone
a la vista de todos los dolores de la Pasión del Hijo de Dios.
Pedro entre lágrimas arrepentido por haber negado al Maestro
llora amargamente por las calles empedradas, y Jesús expuesto ante el pueblo
judío va vestido de purpura llevando la corona de espinas. Jesús de Medinaceli,
torturado y puesto ante todos para ser juzgado mira con ojos de humildad rostro
sereno y dulce tristeza espera el
momento que lo entreguen su cruz. Carga con la cruz del dolor el Nazareno del Perdón que conmueve al
espectador con su mirada fija en el suelo y llevando con resignación el momento
que está viviendo.
Clavado en la cruz, junto a su madre, María Magdalena, su
discípulo querido Juan, y la mirada de un soldado. El Cristo de la Salud que
muerto en la cruz ha entregado su vida por los demás, todos en un hondo
sentimiento de tristeza lloran por el hombre que fue maltratado y humillado a
la muerte de cruz. Bajado Jesús de la cruz cae en brazos de María que siente un
Gran Dolor llora al comprobar que su querido hijo no va a regresar a la vida.
El Maestro es puesto en el sepulcro con la misma posición del ``rigor mortis´´,
rodillas flexionadas, cabeza flexionada. El Señor descansa en el reposo
definitivo esperando el momento de la resurrección. Y una madre con lágrimas
que recorren sus mejillas camina sola con la mirada perdida con la luz de una candelería
en su paso.
‘’Miserere mei, Deus’’
Y entre unas pequeñas puertas de una iglesia escondida en un
pequeño rincón de la Plaza de Santa Teresa sale María, la Magdalena, llevando
en sus manos los perfumes con los que quiere ungir a su Maestro. El sonido de
un tambor, al arrastrar de las cadenas, pies descalzos que caminan por la fría
piedra de las calles abulenses. La muralla se convierte en testigo ineludible
de esta procesión de este recorrido que evoca el sentir castellano, la plena
austeridad en una noche fría que predice la muerte de un hijo. El Patronato de
las Ánimas se desplaza lentamente entre las calles estrechas de Ávila, pasa por
el gran Templo abulense, por la Catedral del
Salvador que se vislumbra majestuosa en esta sagrada noche. Sale a su
encuentro el Patronato de la Santa Vera Cruz que con gran amistad y mutuo
acuerdo estrechan su mano, y caminan hasta el pequeño Humilladero donde les
espera el Maestro, El Cristo de los Ajusticiados. Magdalena al pie de la cruz,
en el momento que el Señor exhala su aliento, un último instante de vida. El
canto del Miserere rompe fuerte en la noche entonado por el coro. Todo Ávila se
inunda de emoción cuando las dos imágenes frente a frente intercambian miradas
de dolor. Una noche que queda grabada en tu retina, que no puedes olvidar.
‘’Tarde silenciosa de miércoles Santo’’
Todo está listo en San Nicolás, la iglesia románica de las
afueras de Ávila ve como el Hijo del hombre camina hasta el calvario con el
peso de la cruz, muere agonizantemente y como una madre angustiada recoge a su
hijo en sus brazos. Las puertas se abren para que el barrio se tiña del color
blanco y el color azul, bonita mezcla que resalta cuando todos juntos caminan
entre elevadas cuestas para subir a la Catedral. Jesús arrodillado por el peso
de la cruz camina tambaleándose entre todo el gentío que acude a contemplar la
escena. Agonía es lo que sufre cuando es clavado en la cruz, cuando el hijo
suspira y encomienda su espíritu a su Padre del cielo. Todo tiene su fin, todo
llega Jesús muere, agoniza, mientras su querida madre lo observa todo, la
espada que la atraviesa el alma llega hasta el fondo cuando entre sus brazos
sostiene el cuerpo dolorido de su hijo. María de las Angustias, tan apenada te
sientes como tus hijas que caminan a tu lado de luto riguroso con la mantilla
española. Con la luna y la muralla como testigos, la procesión sigue ritmo
lento, a sones del tambor.
‘’No es necesario otro socorro estando yo aquí’’
Cuando el Miércoles
Santo está llegando a su fin desde San Pedro la hermandad del Cristo de las
Batallas acompaña a su gran imagen, talla esbelta y robusta, Jesús con la cruz
a cuestas, talla moderna y resplandeciente que con dolor camina por la Plaza de
Santa Teresa para comenzar su calvario. Y a las dos de la madrugada iluminado
por la luz de la luna y las antorchas que portan los hermanos, la pequeña talla
del Cristo de las Batallas sale triunfante de Monsen Rubí. Queda atrás el largo
día, se da comienzo a un Jueves Santo que vera como el Señor es traicionado, y entregado a la
cruz. Batallas todos los días son las que gana esta imagen tan querida, pequeño
de estatura pero de gran corazón. Jesús entre un monte rojo de flores lleva a
su hombro dolorido las peticiones, ruegos y anhelos de todos los que lo
imploran.
‘’La Cruz, símbolo de nuestra fe’’
Jueves Santo al atardecer, la Seo abulense abre sus puertas.
La Pasión de Cristo va a ser llevada por las calles abulenses repartida en
nueve pasos que ven la luz cada año. El Patronato de la Santa Vera Cruz nos
hace llegar ese sentimiento que Jesús sufrió. La Cruz el elemento clave de
nuestra fe, sale a la calle escoltada por los hermanos, Jesús reparte el pan en la Ultima Cena antes
de orar junto a su Padre rechazando el cáliz de la salvación. Judas Iscariote
lo entrega con un beso y unas monedas
mientras Pedro le corta la oreja a Malco y amarrado a una columna esta nuestro
Señor, lugar donde lo azotan con la espalda ensangrentada. Jesús ya está camino
del calvario, tres caídas son las que sufre, una caída que sufre por el peso de
la cruz, no puede más necesita consuelo y una mujer a la que llaman Verónica se
acerca, le limpia el rostro con un paño blanco como la nieve y allí se queda
impregnada la marca del dolor del Hijo. Y ya lo han clavado, ya está a punto de
terminar el sufrimiento, tiene a su lado a su madre María y al discípulo que
tanto quería, Juan pasa a tener una nueva madre, la madre de todos los hombres.
Exhala su último aliento, ya ha muerto, todo ha terminado, al igual que para
los reos ajusticiados a la muerte que rezan al Señor.
‘’Lo llevaron a un sepulcro cercano’’
Ávila ha visto como el Hijo de Dios hecho hombre ha muerto
pues nuestros pecados, como ha padecido en la cruz, ha sido torturado y humillado
hasta someterse a una muerte de cruz. Muy temprano de mañana un gentío enorme
hace penitencia en el rezo del Vida Crucis alrededor de la muralla. La espalda
del Cristo de los Ajusticiados hace una llamada a la reflexión y al
recogimiento sobre los sufrimientos que padeció el Señor. Y ya por la tarde Ávila
entera camina hasta la puerta de la Catedral donde la Procesión General del
Santo Entierro está a punto de comenzar. Sonidos de corneta y redoble de tambor
anuncian la procesión General del Santo Entierro. Autoridades y todas las cofradías
y hermandades de la ciudad se unen para rendir culto a Jesús, que se
representado con la advocación del Cristo de las Murallas acoge a todos sus hijos
bajo sus pies. El cristo más abulense, el cristo que ha muerte entre las
murallas, y quiso morir en su Jerusalén castellana. El Patronato del Santo
Sepulcro, sobrio y austero en su caminar y sentir lleva a hombros al cristo
muerto, lo llevan en el sepulcro, y tras Él, su madre, María la de las
Angustias que llora y reza al mismo tiempo. Ávila se oscurece y se estremece.
El Hijo al que condenaron ha muerto y ha sido sepultado a la espera de la resurrección.
‘’Al pie de la Cruz estaba María’’
Ávila se ha teñido de negro, el color del luto más riguroso.
Las damas de la Soledad abren las puertas de la románica iglesia de San Pedro,
para esta junto a ella, su madre, la que las acompaña durante todo el año en
sus penas y alegrías. María al pie de la cruz llora, ella sufrió el dolor de
una madre, ella sufrió el dolor de la espada que le atravesó el corazón. Siete
dolores, siete espadas que María sintió durante toda su vida junto a su Hijo. Día
del Sábado Santo, la mantilla se hace presente entre todas las mujeres
abulenses. Jesús ya está desclavado de la cruz ella con gran fe y emoción sostienen
entre sus manos los clavos, la corona de espinas que el Redentor llevó durante
su largo trayecto a la muerte. Siete banderines con los dolores de la Reina del
Cielo llevados entres las benditas manos de siete mujeres encapuchadas y
engalanadas con capuchón bordado con gran esmero. La cruz está desnuda solo
queda un sudario que pende y una lanza que atravesó el costado del Señor.
‘’No está aquí, ha resucitado’’
Todo cambia de un día para otro, las lágrimas son de alegría
y no de pena, el color negro se ha cambiado por el rojo, color de la vida,
vemos como se ha dibujado la sonrisa en la cara de una madre. El Señor
Resucitado ha vencido a la muerte se ha paseado hasta la Iglesia de la Sagrada
Familia para encontrarse con su madre que se ve radiante en una mañana tan
gloriosa. La dulzaina y el tambor resuenan por todo Ávila. No podía ser otro
sonido más castellano para anunciar tal acontecimiento. Como en un abrir y
cerrar de ojos la ciudad que hace poco había visto morir a su Señor entre las
Murallas, ahora lo ve resplandeciente como el sol. Los aledaños de la Ermita
del Resucitado se han llenado de gente para honrar al Cristo Resucitado y a su
madre María del Buen Suceso. Ávila se ha llenado de alegría y júbilo en el día
en que Dios volvió a la vida.
Y la Semana Santa que llega a su fin, pero no ha acabado todavía,
vuelve a empezar. En el corazón de los cofrades el calendario vuelve a
descontar los días que quedan para salir a la calle el próximo año, miran y
cuidan todo el año a sus titulares, les piden favores y ellos interceden a Dios
Padre para que los ayuden. Ávila entre sus piedras y cuestas, sus estrechas
calles y sus rincones, ha vivido la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Ávila,
la ciudad que asemejada a Jerusalén ha vivido una semana intensa que en 365 días
vuelve a poner en sus calles todo el esplendor y reconocimiento de sus cortejos
procesionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario