Y es al despunte de
un viernes, de un día más de la Semana, cuando toda una ciudad se despierta
tranquila con un redoble de fondo y el olor del incienso a la vera de su
muralla.
Para muchos un día
mas, una semana que se acaba, pero desde aquí te digo que para muchos es un
sueño que empieza y que jamás desear que se acaba. Es el olor de la primavera
que viene asomando al alba cada día, el momento cumbre para esa semana, 10 días
que son la Gloria, 10 días en los que Ávila toca el cielo, el cielo de su
Muralla.
Ávila se vuelca, sale
a sus calles y rincones, buscando el lugar más mágico donde ver esa estampa que
quiere guardar en su memoria. 10 días de Pasión, 14 cofradías, hermandades y
patronatos, 16 procesiones y 39 pasos; hacen de esta ciudad el lugar perfecto
para rezar y contemplar como padece, muere y resucita el Dios humanizado, el
Dios de todos los hombres.
Centenares de
nazarenos, cofrades, patronos, braceros, anderos, costaleros recorren las
calles de Ávila en un rezo continuo ante sus Sagradas Imágenes, y asi se pasan
los días tratando que el tiempo se pare y esto nunca se acabe.
Es Viernes Doloroso,
viernes de Madre que llora, de habito carmelitano y de cruz inclinada. Ya
suenan los redobles de tambor, de esa banda de cornetas que pone los sones a la
muerte del Señor. Paz de María, que al lado de tu Hijo derramas lagrimas
mientras muere, yo en tu dolor de acompaño para llorar contigo, madre de mis
amores. Que resignación la tuya que después de muerto tienes cara de calma, Cristo
de los Afligidos cuida de tus devotos que rezan cuando por su lada pasas. Una
campana me anuncia que austera es tu marcha, alumbrado por dos faroles vas
andando por Ávila. Tus braceros son tus pies y tú les das confianza, para poder
seguir así mientras rezan a la vera de la muralla.
Pasión de Sábado,
pasión de estudiantes de morado y negro, de lágrimas de una madre porque muere
su Hijo. A vos nos consagramos toda la ciudad entera, no solo los estudiantes
que a ti te rezan. Una biblia entre las manos es todo lo que se necesita, así
se cumple la escritura de que en el Madero morirás. Un brote de sangre de tu
costado brota, como una fuente de vida para limpiar mi alma con ella. María, tu
eres la fuente donde reside la Sabiduría, de riguroso luto caminas al son de
una marcha eterna.
Palmas ondean de júbilo,
para lo más pequeños la alegría, es el Domingo de Ramos, día de la Borriquilla.
Que gracia es ver a un niño mirando y diciendo: “Mamá, es una borrica’’, la
madre le sonríe pensado, es el comienzo de todo, de una semana inmensa. Desde la Catedral es la salida junto a esa
Virgen pequeña, es la Virgen de los Infantes, de los más pequeños su madre.
Juventud antoniana te lleva, te acompaña en la alegría, camino de tu Iglesia
para que no faltes cada día. Toda la ciudad se entrega, todos los niños se
juntan, se forma un gran revuelo, cuando a su lado pasa esa estampa tan
hermosa. Y es de Jerusalén donde sales, entre calles de piedra y cuestas para
así poder gritar ¡Hosanna al Rey de los Cielos!
Nos adentramos en la
Muralla, en esa Iglesia de pleno centro que testigo fuera del bautismo de
nuestra Santa. San Juan Bautista, un portón se entorna para dejar paso a la que
nunca se pierde, Esperanza. Y con ella se encamina una traición, un hombre que
derrocha Salud mientras un beso se convierte en lo peor. Valientes tus braceros
que te llevan, que te cantan y te adoran, cuando de tu barrio una lluvia de pétalos
te inunda. Un arco es un punto clave, no uno cualquiera, sino el Tuyo. Ese arco
que cada Lunes Santo con la rodilla en tierra, pasas meciéndote con la fe de
una ciudad entera.
Un barrio se viste de
blanco y verde, una Madre que despide a su Hijo clavado en la cruz. La Ilusión de Ávila sale de esa pequeña
ermita, por esa pequeña puerta que tras ella guarda a una Reina. Sube ya Dios por el empedrado, llegando hasta
esa Muralla que de fortaleza guarda sus bienes más preciados. Calle de Muerte y
Vida, calle de la Cruz Vieja es el recogimiento la clave de esta inigualable
calle que en Ávila merece su transitar. Y llega ante centenares de ojos, ante
una hermandad de verde y blanco, todo se funde en un momento al ver ese
señalado encuentro que año tras año se produce a la vista de la Catedral. Ante
la Ilusión muerta, se inclina la Esperanza, que su hijo ya ha expirado, ha
entregado el alma a su Padre y a su madre de las Vacas.
¿Explícame
una forma de como tocar el cielo? Pues Señores en Ávila tenemos una, que son 9
escalones que te suben a la Gloria. Ya se asoma la cruz de guía, ya está el
esparto ceñido, ya huele a incienso y a cera, tres golpes en la puerta, ¡Vamos
al cielo con Ella! Ponte la faja hermano y hazte bien la ropa, que con ese
costal que llevas, solo significa una cosa, tu eres sus pies y sus ojos, su llanto
y su alegría. Redentor del Cielo maniatado, por dos sacerdotes juzgado sube al
cielo de Ávila, de esa ciudad que te aclama al ver pasear por tus calles y cada
subida a la gloria. Y ahí está, Tu que eres de las Estrellas la más bonita, mira
que está llorando hasta la cera, de ver como derramas lágrimas y ser la humilde
testigo del juicio, tras el que caminas.
De
oro se tiñen las calles, de morado nazareno, ya se acerca el momento, instante
de que la Catedral se abra para dar paso a un gallo mientras afligido llora San
Pedro. Y en el peso de la cruz va el
sufrimiento de mis pecados, deja que te ayudo con ella, que el madero es de
todos; poco a poco vas caminando, sujetando con tus manos el pecado de todos,
Tu, Perdón Nazareno. Con las manos atadas, sometido a burlas y escarnios, Jesús
de Medinaceli camina por sus braceros que dan sus pasos, para que Ávila lo rece
y ponga en el su amparo. De la cruz clavado en el Calvario, es bajado en sus
manos, en las del Mayor Dolor de su madre para después ser Yacente y sepultado.
Tras esto vas tu madre, que de las Lágrimas eres señora, déjame que te consuele
esta noche que el Martes Santo se acaba y se está llegando la hora.
Todo
está en silencio, solo se rompe por el arrastras de cadenas, que dejan sonido
escalofriante mientras de una pequeña iglesia sale María Magdalena. Cruzas el
arco de la Muralla, para adentrarte en sus callejones, en la calle de la Muerte
y la Vida, se estremece hasta el aire cuando suena una saeta en tu camino de
ida. Pies descalzos por las piedras, un encuentro en San Vicente, es la Vera
Cruz la que ayuda en tu caminar Magdalena. Ante el Maestro para ofrecerle tus
perfumes te presentas, y es el canto de Miserere el que de fondo se escucha mientras
la ciudad lo contempla.
Un
barrio, un sentimiento, blanco y azul zafiro se bañan en una Iglesia románica,
para ver como Dios muere y en los brazos de su madre se rompe hasta el alma.
Arrodillado va el Señor con la mirada en el cielo, vas buscando una ayuda que
solo el Padre te ofrece, pero tu barrio te empuja para soportar tu carga y así
el dolor sea más tenue. En la cruz de mis pecados Agoniza el Dios de los
Hombres, has llegado al Gólgota para morir en lo alto y redimir a tu pueblo cuando
todo está acabado. Angustias es el nombre de la madre de este barrio, que cada Miércoles
la ayudan en su dolor y su llanto, para poder soportar al hijo muerto y
arroparlo con su manto.
Son
dos procesiones distintas, pero de gran sentimiento, un mismo nombre completo,
una tiene lo antiguo y la otra tiene lo nuevo, solo cambia el escenario, pero
sigue siendo perfecto. De San Pedro la gran talla y de Mosén Rubí lo pequeño,
todo es silencio en la noche solo se oye una corneta y un redoble de tambor
muerto. Hermanos con antorchas te
llevan, te acompañan en tu camino para que a la vera de la Muralla le cambien
los ojos al Cristo. Ya no tiene pena en su mirada, tiene los ojos de alivio, de
ver como su ciudad lo ayuda con el sufrir del madero. Un cordón rojo en su
cuello es símbolo compartido que todos sus nazarenos y devotos llevan porque al
verte un sueño se los ha cumplido.
Santa
Cruz relicario, das el nombre al Patronato, que en Ávila saca todos sus pasos,
para tener una catequesis al aire, cada tarde de Jueves Santo. Y eres tú la
primera, madero de mis pecados la que lleva la marcha andante ante el hombre
traicionado. En una mesa sentados, Jesús reparte el Pan y el vino, para que su
cuerpo y sangre queden en el seno de cada apóstol guardado. Con una oración Jesús
aparta el cáliz que el ángel lo ofrece, aparta esto de mí que yo tengo ya mi
sentencia en la muerte. Un beso es el signo de esa indudable traición, que con
30 monedas de plata Judas al mismo Jesús entregó. Sobre una vil columna te
encuentras atado como un ladrón, azotes sufres por mí, yo no puedo con tanto
dolor, y al verte en la Caída con tu cruz, deseo que todo se acabe que todo se
convierta en luz, cuando la Verónica en su paño plasma la cara del Redentor,
mientras en tu cruz pronuncias una palabra de oración, ofreces a tu Madre al discípulo
que tanto amó, y llega la hora nona, cuando el velo del templo se rasgó en dos cuando el
Cristo ha expirado y ha sido Ajusticiado mi Dios y mi Señor.
Llega
el Viernes Santo de madrugada, centenares de personas llegan de la provincia
para acompañar a ese Cristo, a ese de la espalda sangrante que cada madrugada
muere Ajusticiado a la vista de la Muralla. Es fría la noche, la luna anuncia
el alba, que poco a poco amanece dando la vuelta a la muralla. Catorce
estaciones de un Vía Crucis, que son catorce penitencias, un lento caminar
cofrade para llegar a la Catedral cuando despunta el día.
Tarde
de Pasión y Santo Entierro, tarde de unión y de cofradía, en la que todas las hermandades
participan buscando el anochecer del día. Todo Ávila se une en un cristo que
expira, que Longinos ya ha atravesado su lanza, para que pase la muerte a la
vida, para que a sus pies este su ciudad, su muralla su guía. En el sepulcro
está muerta y yacente una vida, es el cristo que ha muerto mientras delante el ángel
custodia su ida. Tras él la madre Dolorosa que de negro luto se viste para
llorar por su Hijo, para rezar por su alma que en 3 días resucita en la Sagrada
Familia.
Soledad,
tristeza, apoyada en la cruz esta María, solo puede saber su dolor quien un
hijo ha perdido algún día. Luto en sus Damas que en su paso le acompañan,
mientras pasa el Mercado Grande hasta pasar por San Vicente. Una cruz solitaria
acompaña a las tres Marías, Madre, Magdalena y la de Cleofás, son tres las
Santas Mujeres que transitan su caminar, lo hacen cada Sábado Santo en el atardecer
de la ciudad.
Y
es el día tercero en el que de la muerte resucita, el día del Buen Suceso, el día
de la Romería. A las puertas de su Iglesia, puerta de la Sagrada Familia, la
madre se encuentra con su Hijo a ritmo de tambor y dulzaina. Es un recorrido
por la ciudad para anunciar la buena noticia, para decir con voz potente,
Cristo ha resucitado de entre los brazos de la muerte. Estandartes de la ciudad
lo acompañan para dar paso después a la llegada a su ermita donde cada año se
juntan todos en romería.
Y cuando
menos cuenta nos damos se han pasado los diez días, diez sueños esfumados que
se han ido entre las manos dejando nuestro deseo al olvido. Solo podemos
comenzar a contar lo que nos queda para otra Semana Santa, para que ese sueño
de los despiertos se convierta en locura, en golpe de martillo en la llamada de
un paso, en sonido de una corneta, en lágrimas de alegría, porque hagan estación
de penitencia todas y cada una de las cofradías. No hay ninguna más importante,
no hay distinciones con ninguna, cada una se esfuerza al máximo por poner en la
calle a sus guías, a ese Cristo o esa Virgen que, aunque nombre distinto
tengan, son Jesús y María. Una es la Paz de los hombres, otra Sede de
Sabiduría, es la pequeña joven Infante la que los antonianos cuidan, la
Esperanza que nunca se pierde, la Estrella que alumbra el día, las Lágrimas de
una Madre y las Angustias de María, es Señora en la Tercera Palabra, y Dolorosa
en trágica vida, es Soledad en la Cruz y Buen Suceso en la alegría. Y no haya distinción
en la forma de llevarlo, unos que cargan con dos hombros, otros con uno solo,
el costal en la séptima vertebra o las ruedas que lo llevan, es solo una forma
variada de poner la fe en la calle, en esta ciudad que es nuestra vida. Que
todos somos hermanos y luchamos por algo juntos por poner a esta ciudad en lo
alto, en el cielo si pudiera, porque con orgullo somos de Ávila, de la Jerusalén
castellana que tiene más que Muralla, aunque otros no lo digan. Solo nosotros sabemos
lo que pasa en esta Semana de vida, que llegamos a la Gloria cuando sale el
primer nazareno por la puerta, por el umbral de la Santa, y oímos esa corneta
esa marcha divina, que nos toca el corazón y nos da aliento de vida para poder
seguir en marcha hasta el año que viene que volvamos a rendirnos a los pies de
Jesús y de María.