Todo llega, una
semana que durante todo el año se está esperando, miraremos al cielo pidiendo
que respete, que Ávila vuelva a ser la ciudad donde el Señor quiera volver a
morir, subiendo sus empinadas cuestas, atravesando las toscas puertas de cada
iglesia para poner en sus manos la fe y las plegarias de cada uno de los
abulenses que lo rezan. Un año de trabajo para que todo salga a la perfección,
las catorce cofradías, hermandades y patronatos trabajan durante todo el año
para que en esta Santa semana cada procesión brille con luz propia.
Este año nuestra
Semana Santa se ha visto trastocada por un gran acontecimiento, un aniversario
que toda la gente de la ciudad celebra con gran alegría. La mayor representante
de la ciudad cumple años. 500 nada más y nada menos. 500 años han pasado desde
que en una fría mañana de marzo, mientras el sol asomaba tímido entre las almenas
de las murallas, naciera Teresa de Cepeda. Nuestra gran Santa, nuestra querida
Teresa que nos acompaña en todos los momentos intercediendo por nosotros.
¿Quién no ha ido a esa pequeña capilla para rezarle? ¿Quién no ha mirado a la
Santa, y a través de su mirada elevada al cielo, la ha pedido que lleve sus
plegarias a lo más alto? Santa Teresa de Jesús, la abulense más castiza ha
querido que la Semana Santa se vea inmersa en el gran día de su nacimiento, y
los abulenses lo celebraremos por todo lo alto, porque Teresa será de Ávila,
pero Ávila es Teresa.
¿Y qué es la Semana
Santa?
Es el cante de una
saeta,
Una lagrima que se
derrama
Y el sonido de una
corneta.
Semana Santa es Amor,
Es olor a incienso y
es pasión,
Es andero y costalero
Es día de penitencia
y perdón
Semana Santa es
plegaría,
Es rezo a la Santa
Madre,
Es arrodillarse ante
el Cristo
Que con cuidado se
mece.
Un sonido de corneta,
Un redoble de tambor,
Una marcha que suena
Mientras muere el
Hijo de Dios.
Y tras él va una
madre
La Virgen que llora
su pena
Acompañada de
capuchones
Mientras se funde la
cera.
Bendita locura de
Semana
Quien mirar a Cristo
pudiera,
Que lo mire también
por mí
Que yo mirarlo quisiera.
Dolor de la madre que
bajo la atenta mirada de la muralla y sus monumentos camina al lado de su hijo
sin apartar sus ojos de Él. Que Paz se refleja en ellos, que serenidad cuando
ves como la madre sostiene ese paño entre sus manos, esperando que su Hijo, el
Dios Vivo que ya ha muerto, descienda de la cruz y poder sostenerlo entre sus
manos igual que al nacer. Sobriedad y austeridad marcan el Viernes de Dolores
entre las Murallas. Habito carmelitano en el V centenario, que mejor oportunidad para
disfrutar de esta procesión que en este maravilloso año aunque tengamos que
trasladarnos para ver la salida desde otro punto de la ciudad. El sonido de esa
gran campana que evoca a la meditación. Acompañar a la Madre y al Hijo durante
los dolores que la Reina del Cielo sufrió a lo largo de su vida. Afligirse por
la muerte del hijo y acompañar con Paz a su Santa Madre.
Y si el día grande
del Ávila es el 28 de marzo, más grande es la satisfacción de los Estudiantes
de hacer su penitencia ese día. Doctora de la Iglesia, maestra de las letras
del misticismo, sabia abulense que guardas
en tu corazón a todos los universitarios y estudiantes de tu ciudad. La
Sabiduría que reside en María, que entre lágrimas camina por las empedradas
calles de Ávila, a la sombra de esa cruz, que con mimo llevan sobre sus hombros
los anderos. Las puertas del gran tesoro del románico abulense se abren para
dejar paso al morado y al negro, al color nazareno por antonomasia. La
Universidad Católica de Ávila, a la siempre vera de su Doctora de la Iglesia,
se consagra en la plaza que lleva su nombre, pone en manos de sus Titulares a
todos los estudiantes de esta ciudad para que ellos cuiden y velen todo su
recorrido en la etapa de su vida. María, la mujer en la que reside la Sabiduría
acompaña a su querido Hijo en el día de los Estudiantes.
Las palmas ondean por
los alrededores de la Catedral, la alegría se hace presente. Es el día de los
niños, todos se echan a la calle con su pequeña palma para honrar al Hijo de
Dios, a ese que va montado en una borrica. No hay nada más que ver como en cada
cara de un niño se dibuja una sonrisa cuando por su lado ven pasar a ese
pequeño animal. Y tras él, rodeada de más niños, pero ataviados con el hábito
antoniano, va su Santa Madre, María la de los Infantes, reina de todos los
niños. Ella también entre sus manos lleva una pequeña palma como símbolo de
alegría por ser la madre de ese gran Rey. ¡Hosanna al Hijo de David! Y montado
en su pollino el Señor camina por las calles abulenses, desde la Catedral hasta
el Convento antoniano. El júbilo y la alegría son los sentimientos que se viven
en la alegría del Domingo de Ramos. Los Infantes que acompañan al Rey montado
en su borriquilla.
Y adentrados en la
Semana Grande, en la semana de muerte y Pasión, lágrimas y dolor. En este
maravilloso día del Lunes Santo los sentimientos de los abulenses salen a flor
de piel, las lágrimas de la madre son los rezos de cada persona que la mira. Un
lunes santo en el que la Salud de los hombres es traicionada, mientras la más
grande de la virtudes, la Esperanza, llora porque la Ilusión del hijo ha
muerto. Es la mágica noche en la que el verde y el blanco se hacen uno. Es la
noche de la traición, de un arrepentimiento, de una muerte y el llanto de una
mujer. No está en su casa, pero como si lo estuviera, la Esperanza que este año
la veremos salir de la Iglesia de San Ignacio, saldrá radiante, arropada de
todos los abulenses que la veneran. Cuando pase por su casa, por su San Juan
del alma, una pequeña lágrima se la escapará, pero en el mismo momento volverá
a recobrar su alegría más sincera cuando camine por su calle bajo una lluvia de
pétalos. La ha precedido el Hijo, que por treinta monedas de plata ha sido
entregado cual vil asesino. Un simple beso que todos damos con el mayor cariño
sincero, en este noche ha cambiado su significado. Braceros que lo mecen, que
lo llevan con el mayor cuidado para que la entrega sea menos costosa, para que
el Señor de la Salud tenga constancia de lo que ocurre en esta mágica noche.
Entre cuestas y callejuelas, desde el barrio de las Vacas, desde esa pequeña ermita
que tiene en su interior uno de los pilares de la fe abulense, cientos de
capuchones acompañan a su Cristo. Te puede parecer que está muerto, pero no es
cierto. Esta dormido, con sumo cuidado sus anderos le han conseguido dormir con
ese vaivén tan característico que llevan. Arco del Rastro a la sombra de las
murallas ha llegado Jesús, sumo cuidado mientras lo pasan y cuando queremos
descuidarnos la calle de la Muerte y la Vida se nos echa encima. Llega la
Ilusión, y levantado un poco la cabeza allí vera a su madre que con un pañuelo
de lágrimas en la mano lo está esperando como cada año. Ya todos los cofrades
son una única hermandad, el blanco y el verde se han fundido en uno. No hay distinción
cuando están juntos la madre y el hijo. Todo está cumplido, Esperanza que llora
porque su Ilusión ya no está, se ha marchado con el padre eterno, por la culpa
de aquel beso traicionero que mira expectante desde una orilla. La Esperanza se
rinde ante la Ilusión, le ofrece su mayor sentimiento. El encuentro que Ávila espera
todo el año está realizado, ambos se han encontrado, Ávila ha llorado en este
momento. La majestuosa Catedral ha sido participe en este hecho.
Noche de encuentro de Lunes Santo,
noche de saeta que rompe el silencio,
noche de corneta y tambor,
noche de Salud, de Esperanza y de Ilusión.
A plena luz del día,
cuando el sol se encuentra en lo más alto del cielo. Es el momento perfecto, la
hora concreta para que se oigan esos tres golpes de martillos y el chirriar de
las viejas puertas de las Gordillas. Costaleros preparados, el sentimiento más
intenso está presente. Un golpe de llamador resuena en el Templo. El silencio
solo se rompe con el rachear de las zapatillas. Parece que la puerta se ha
encogido, apenas quedan centímetros a los lados. Y ya se asoma Él, el Señor
como sus costaleros le llaman, maniatado mientras Caifás lo acusa con el dedo. Y
en ese momento el sonido de la corneta inunda todo, ya está fuera Jesús
Redentor. Jesús, el Hijo al que juzgan por nuestras culpas. No hay mirada que
lo refleje mejor, unos ojos intensos que parecen que van a romper a llorar.
Pero no, Él es fuerte para eso no se rendirá hasta padecer. Blancos capuchones
lo acompañan en ese duro caminar cuando asciende la empinada escalera. Y ya
está aquí, ya ha llegado el momento de que luzca como lo que es: Una Estrella.
Rodilla en suelo y poco a poco la madre de Dios va saliendo. ¡Mírala, brilla
como la más hermosa de las estrellas del firmamento! El palio que fuera la
espera para sobrecogerla en su pena. Azul intenso cuando miro su manto, dolor
cuando miro tus ojos y como andas por Ávila…no hay palabras que lo describan.
Una lluvia de pétalos cae por los balcones de tu barrio. Como te quieren.
Largas filas de velas te guían el camino. San José está atento a tu pasada. Las
murallas pendientes a tu vera. Y esa Santa que desde lo alto del grande
contempla el firmamento ve cómo pasa el Hijo Juzgado con su Estrella detrás.
La Catedral, espera como al atardecer de este Martes Santo, se abran sus puertas para que Ávila vea a una devoción que perdura con los años. Jesús de Medinaceli maniatado es cobijado por sus hijos de la Archicofradía. Color morado nazareno y el color oro de rey se tiñen alrededor de la Ronda de la Muralla para alcanzar la gloria de tan esperada tarde. Las lágrimas recorren las mejillas de San Pedro, que con las tres negaciones ha cantado el gallo en el arbol. El hombre que sufre por los pecados lleva la cruz a cuestas, un peso al que le ayudan sus cofrades a transportar tan duro peso del madero del Perdón. Y sí, el momento de la muerte ha llegado, clavado en la cruz en lo alto del Monte Calvario a la vera de su discípulo más querido acompañando el dolor de María. En los brazos de la Madre de Dios encontramos el Mayor Dolor, un hombre muerto sin vida, con el alma entregado a su Padre. Yacente en el sepulcro está esperando la venida de la Resurrección mientras su Santa Madre camina despacio derrochando Lagrimas a su paso.
La noche ha caído,
todo está en silencio. Solo el sonido de las cadenas rompe en la medianoche.
María Magdalena con sus perfumes sale al encuentro del Maestro. Que bello
cuando pasas María por el arco, que recogimiento cuando atraviesas la calle de
la Muerte y la Vida con la Catedral atenta a tu paso. San Vicente está
esperando a que cruce su arco. La Vera Cruz te espera como cada año. Es el
momento de confraternizar esa unión, esa larga trayectoria que desde siglos
tiene unidas a estas dos entidades. Ánimas del Purgatorio y Vera Cruz, al igual
que antaño acompañaban al reo de muerte, en esta Santa noche acompañan a Jesús
Ajusticiado. María Magdalena entra al Humilladero para rendirse a las plantas
del Señor, para llorarle y estar a su lado. Ávila se une, se postra a sus pies,
Ávila canta a su Hijo, entona un Miserere que surge desde lo hondo del corazón.
Recogimiento, una cadena, un tambor y el sonido de una carraca acompañan en
este caminar la visita del Maestro.
El románico abulense
vuelve a ser una vez más protagonista en esta semana. El azul zafiro y el
blanco inundan las calles de un barrio que acompañan a su Santa Madre de las
Angustias. Una pequeña puerta ve como Cristo camina con la Cruz a cuestas casi
al momento de arrodillarse, ve como la Agonía de un Hijo clavado en la cruz
exhala el último suspiro de su aliento mirando hacia el cielo. Una madre rota
de dolor, en sus brazos sostiene el cuerpo sin vida de su hijo que le han
arrebatado. Oro de reina sobre su cabeza, un barrio que la quiere y la acompaña
en su pena. Y como hace 2000 años Jesús recorre de nuevo las cuestas de la
Jerusalén castellana para llegar hasta el Gólgota, hasta ese punto donde se abandona
todo y queda solo lo más puro. La Catedral se impone ante las tallas que han
llegado hasta ella. La madre se queda pero el Hijo se va de vuelta a su barrio.
Arrodillado ha caído mi Dios, le he visto Agonizar entre las murallas de mi
Jerusalén, y mi Santa madre Angustiada lo arropa bajo su manto.
Cae la noche, la
oscuridad se ciñe sobre la Plaza del Mercado Grande, una vez más el crujir de
los portones de San Pedro resurgen para dar paso a ese gran Cristo. A ese que
lleva la cruz a cuestas coronado de plata por sus cofrades. El Santísimo Cristo
de las Batallas cruza la plaza y a la vera de la muralla camino despacio
mientras largas filas de capuchones le guían el camino. Una gran cruz de Santiago cobija a los
cientos de hermanos que visten de negro por las calles abulenses. Cruza el arco
de la muralla para adentrarse por sus estrechas calles, camino lento con
decisión y firmeza para que en un momento vuelva a salir por el Arco de San
Vicente, encaminándose hasta la Plaza del Grande donde Santa Teresa aguarda su
venida desde lo alto.
Madrugada del Jueves
Santo, la Hermandad de las Batallas vuelve a salir por las calles de Avila.
Este año no saldrá desde su casa, la Catedral de la ciudad será la protagonista
de cobijar entre sus muros la hermosa talla antigua del Cristo de las Batallas.
El color negro volverá a cubrir las calles de Ávila que con antorchas guiarán a
esos anderos que mecen al Señor. Toscas cruces de madera portadas por hermanos
encapuchados los acercan más a conocer la Pasión de su Rey. Una pequeña imagen
pero un gran fervor. Desprotegido quedará cuando salga del recinto amurallado,
pero la Muralla le seguirá velando para que vuelva a cruzarla en breves
instantes. Miras su cara, y algo notas, le ha cambiado el rostro como cada vez
que pisa las calles de su ciudad. La austeridad, el recogimiento y la devoción
por una imagen son los pilares de esta madrugada. Un tambor destemplado y el
sonido de una trompeta marcan todo el ritmo de la procesión.
Y la tarde del Jueves
Santo se apresura, el Señor cena con sus discípulos alrededor de la mesa.
Momento memorable en la cristiandad cuando nuestro Padre Jesús instituye la
Eucaristía. Pan y vino sobre la mesa repartido a sus apóstoles, símbolo de
fraternidad. La Vera Cruz, fiel a su día del Jueves, sale desde la Catedral
para traer a esta pequeña ciudad amurallada la pasión revivida en sus
pasos. Santa Vera Cruz que en este año
la podemos ver como sus hermanos la llevan sobre los hombros, lucirá con todo
su esplendor en este año de su 475 aniversario. Tras ella va Jesús con sus
apóstoles que se sientan alrededor de la mesa mientras Judas Iscariote prepara
su traición. Un rezo al Padre Eterno mientras arrodilla está el hijo apartando
el cáliz de la salvación. Un beso es el momento de traición mientras Pedro
desenvaina la espada y corta la oreja a Malco. Ya está, Jesús empieza su
Pasión, y así Juan Vela plasmo el dolor de las llagas cuando Jesús es amarrado
a la Columna. Caído Jesús mío está sobre el frio suelo, como sufrir contigo
este momento cuando el soldado te pone en pie. Solo Ella se acerca a ti, nadie
se atreve, plasmado sobre un paño, te seca la sangre que cubre tan llagado y
demacrado tu santo rostro. Y clavado en la cruz te veo bajo la atenta mirada de
tu querida madre. Ahí tienes a tu Hijo María, Juan te acogerá en sus brazos al
igual que lo hago yo desde mi corazón. Y
en la cruz ya ha muerto la vida, ya se ha rasgado el velo de templo cuando en
su último aliento has clamado a tu Padre encomendando tu Espíritu. Ante ti
querido hijo te han rezado todos los Ajusticiados que se encaminaban a la
muerte, así a tus plantas me postro yo para pedirte por Ávila y su gente.
Viernes Santo de
madrugada, toda Ávila y la provincia quiere acompañar a Cristo durante la
subida al Monte Calvario. Un rezo de Vía Crucis que a la luz de la luna
transita por los alrededores de la muralla. Bordeando Jerusalén va Jesús
Ajusticiado, clavado en la cruz como un reo de muerte, ya está muerto, no puedo
en mi alma con este dolor cuando al pasar por tu cruz al pie de la muralla
recuerdo un encuentro con mi madre, como consolar al pobre y desvalido que
llora, como dar las gracias por esas personas que ayudan a llevar las cargas, como devolver los
favores cuando me ayudar a levantarme, me limpian mis penas y dolores igual que
la Verónica. Señor te han despojado, humillado y clavado en un madero, que
fuerte es el sentimiento cuando al ver a tu Santa Madre en mi memoria como te sostiene
entre sus brazos con lágrimas en los ojos, Y ya ha amanecido, la luna te ha
acompañado en tu caminar por las empedradas calles de Ávila, mientras veía tu
espalda dolorida por los latigazos que te han dado.
La Pasión llega a su
momento cumbre, el Rey de los Cielos ha sido entregado a la justicia y así lo
contemplaremos en esta impetuosa tarde. Desde la Catedral, la iglesia sede de
Ávila por excelencia saldrán la comitiva procesional, como nunca antes la
habíamos visto. Cornetas y tambores llegarán hasta la Catedral para acompañar a
los diez pasos que conforman la procesión. La Santa Vera Cruz portada en
hombros de sus hermanos saldrá radiante como el gran símbolo de los cristianos.
Una señal de la Cruz cada vez que te invocas a Dios Padre. ¿Hay mejor manera de
demostrar la fe que esa? El costal se abre paso por las grandes puertas, pocas veces tenemos la oportunidad de ver
salir a Jesús Redentor desde la Catedral y en este año es el idóneo. Juzgado
por un dedo acusador camina el Señor mientras sus hijos lo mecen ritmo de corneta y tambor. Aquí está el
Hombre, Jesús esclavizado maniatado y presentado al pueblo. Medinaceli, con esa
mirada de pena, resignado va por las callejuelas abulenses. Y el Señor con la
Cruz de sus Batallas, con el peso del madero, con una mirada que te llega, que
transmite la serenidad de un hombre que sabe lo que se le viene encima. Y ya
llego el momento cumbre. A la hora nona ‘’Padre, en tus manos encomiendo mi
Espíritu’’, el velo del templo se rasga en dos cuando ha visto morir a Jesús,
al que todo Ávila ha puesto depositada su Ilusión. Un vaivén será el paso que
camina el Dios que ha padecido. Una madre con gran pena, pero con gran
Sabiduría que ha asumido con gran fe la muerte de su Hijo. Y al momento de la Expiración, momento de
entrega del Espíritu, Jesús sobre las Murallas muere entre nosotros. Ese Cristo
que une a todas las cofradías y hermandades, este año se hace aún más fuerte la
cercanía al monte calvario con la reliquia del Lignum Crucis en su cruz. Bajado
Jesús de la Cruz su madre lo recoge en sus brazos Angustiada. No puede concebir
en su cabeza que han hecho con su querido hijo ¿Que mal ha hecho? Una madre no
lo comprendería, pero María sabe cual
era su destino. Una espada la ha traspasado el alma, siete espadas que penetran
en un corazón cuando María de las Angustias camina sola sin rumbo que seguir
con los ojos empapados en lágrimas. Jesús ya ha sido bajado de la cruz y
colocado con cuidado en un sepulcro que nos deja ver las heridas, las llagas
que traspasaron sus manos y sus pies. Jesús ha padecido en una tarde de Viernes
Santo por su cuidado y ha muerto entre sus murallas.
Soledad de mi madre
que se sostiene en un Sábado Santo sobre una cruz vacía. Quien madre mía te
pudiera acompañar en tu dolor. Las mujeres intentan comprender tu pena, luto
riguroso se vive en Ávila con una lluvia de mantillas negras que salen desde San
Pedro. Sostienes un paño de lágrimas que parece caerse de tu Sagrada mano. Este
año María no camina sola al pie de la Cruz. Contará con el respaldo de María
Magdalena y María la de Cleofás. María entre sus manos sostiene la corona de
espinas que con burla y escarnio los soldados romanos le colocaron al Hijo en
la cabeza. Una cruz desnuda con un simple sudario espera que la vida triunfe
sobre la muerte a la espera de la resurrección.
Alegría y júbilo
marcan la mañana del barrio norte de Ávila. La dulzaina castellana no lo podía
decir mejor con sus sonidos, con sus notas entonadas al ritmo del tambor. Un
Buen Suceso está a punto de ocurrir. María sale a la espera de encontrarse con
su Hijo. Jesús ha resucitado, la Buena Nueva está a punto de ocurrir frente a
la Iglesia de la Sagrada Familia. Madre e Hijo se vuelven a reencontrar tras
tres días de dolor y sufrimiento. El templo del corazón se ha reconstruido en
tres días como Él dijo. Avila acompaña por toda la ciudad al Rey de Reyes
triunfante que ya en poco tiempo asciende al cielo.
Todo culmina con el
Hijo Resucitado, la alegría de la vida inunda nuestros corazones que durante
una semana han sufrido como la pérdida del ser más querido se iba entre sus
manos. El Rey de los cielos quiso Ávila para morir, para estar con sus hijos y
velar por ellos. Cada momento vivido en esta semana es único. El tañer de una campana Afligida anuncia que
Jesús muere al lado de su madre de la Sabiduría. Jesús triunfa como rey
esperando la traición de un beso rompe con la Ilusión y la Esperanza de una
madre que llora. Juzgado está Dios por un sumo sacerdote mientras una Estrella
del cielo le sigue su camino, que majestuoso señorío sale Medinaceli para
redimir el perdón de los pecados que como María Magdalena en la noche limpia
los suyos. Arrodillado subes al monte donde Agonizas, y tu madre te acoge con
Angustias. Batallando una lucha contra el pecado vas cargado por nuestra culpa
que en la tarde del Jueves Santo apartas el cáliz de la vida para morir
Ajusticiado como un malhechor. Exhalando el último aliento bajo la Muralla,
rota va María empapada en las lágrimas cuando ve sepultado y muerto. Soledad de
una madre que rodeada de mantillas espera la noticia del Buen Suceso cuando se
reencuentre contigo en el Domingo de la alegría Resucitada.
365 días quedan para
una nueva Semana intensa. La fe abulense se demuestra en lo más profundo. Ver a
un niño sentado con su hábito por culpa del cansancio, como las personas
mayores se les llenan los ojos de lágrimas al paso de Jesús y María. Como la
juventud de las Hermandades crecen en tiempos difíciles y ponen toda su alegría
y devoción en estos momentos. La Semana Santa es la más grande de la vida del
cristiano, no podemos entender nuestra fe sin ella. Por ello pregonar este
anuncio reconforta en el alma demostrando el sentimiento con que la ciudad
reza, llora y vive su Semana Santa, su Semana de Pasión.