miércoles, 25 de marzo de 2015

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ÁVILA 2015

Todo llega, una semana que durante todo el año se está esperando, miraremos al cielo pidiendo que respete, que Ávila vuelva a ser la ciudad donde el Señor quiera volver a morir, subiendo sus empinadas cuestas, atravesando las toscas puertas de cada iglesia para poner en sus manos la fe y las plegarias de cada uno de los abulenses que lo rezan. Un año de trabajo para que todo salga a la perfección, las catorce cofradías, hermandades y patronatos trabajan durante todo el año para que en esta Santa semana cada procesión brille con luz propia.
Este año nuestra Semana Santa se ha visto trastocada por un gran acontecimiento, un aniversario que toda la gente de la ciudad celebra con gran alegría. La mayor representante de la ciudad cumple años. 500 nada más y nada menos. 500 años han pasado desde que en una fría mañana de marzo, mientras el sol asomaba tímido entre las almenas de las murallas, naciera Teresa de Cepeda. Nuestra gran Santa, nuestra querida Teresa que nos acompaña en todos los momentos intercediendo por nosotros. ¿Quién no ha ido a esa pequeña capilla para rezarle? ¿Quién no ha mirado a la Santa, y a través de su mirada elevada al cielo, la ha pedido que lleve sus plegarias a lo más alto? Santa Teresa de Jesús, la abulense más castiza ha querido que la Semana Santa se vea inmersa en el gran día de su nacimiento, y los abulenses lo celebraremos por todo lo alto, porque Teresa será de Ávila, pero Ávila es Teresa.

¿Y qué es la Semana Santa?
Es el cante de una saeta,
Una lagrima que se derrama
Y el sonido de una corneta.

Semana Santa es Amor,
Es olor a incienso y es pasión,
Es andero y costalero
Es día de penitencia y perdón

Semana Santa es plegaría,
Es rezo a la Santa Madre,
Es arrodillarse ante el Cristo
Que con cuidado se mece.

Un sonido de corneta,
Un redoble de tambor,
Una marcha que suena
Mientras muere el Hijo de Dios. 

Y tras él va una madre
La Virgen que llora su pena
Acompañada de capuchones
Mientras se funde la cera.

Bendita locura de Semana
Quien mirar a Cristo pudiera,
Que lo mire también por mí
Que yo  mirarlo quisiera.


Dolor de la madre que bajo la atenta mirada de la muralla y sus monumentos camina al lado de su hijo sin apartar sus ojos de Él. Que Paz se refleja en ellos, que serenidad cuando ves como la madre sostiene ese paño entre sus manos, esperando que su Hijo, el Dios Vivo que ya ha muerto, descienda de la cruz y poder sostenerlo entre sus manos igual que al nacer. Sobriedad y austeridad marcan el Viernes de Dolores entre las Murallas. Habito carmelitano en el  V centenario, que mejor oportunidad para disfrutar de esta procesión que en este maravilloso año aunque tengamos que trasladarnos para ver la salida desde otro punto de la ciudad. El sonido de esa gran campana que evoca a la meditación. Acompañar a la Madre y al Hijo durante los dolores que la Reina del Cielo sufrió a lo largo de su vida. Afligirse por la muerte del hijo y acompañar con Paz a su Santa Madre.

Y si el día grande del Ávila es el 28 de marzo, más grande es la satisfacción de los Estudiantes de hacer su penitencia ese día. Doctora de la Iglesia, maestra de las letras del misticismo, sabia abulense que  guardas en tu corazón a todos los universitarios y estudiantes de tu ciudad. La Sabiduría que reside en María, que entre lágrimas camina por las empedradas calles de Ávila, a la sombra de esa cruz, que con mimo llevan sobre sus hombros los anderos. Las puertas del gran tesoro del románico abulense se abren para dejar paso al morado y al negro, al color nazareno por antonomasia. La Universidad Católica de Ávila, a la siempre vera de su Doctora de la Iglesia, se consagra en la plaza que lleva su nombre, pone en manos de sus Titulares a todos los estudiantes de esta ciudad para que ellos cuiden y velen todo su recorrido en la etapa de su vida. María, la mujer en la que reside la Sabiduría acompaña a su querido Hijo en el día de los Estudiantes.

Las palmas ondean por los alrededores de la Catedral, la alegría se hace presente. Es el día de los niños, todos se echan a la calle con su pequeña palma para honrar al Hijo de Dios, a ese que va montado en una borrica. No hay nada más que ver como en cada cara de un niño se dibuja una sonrisa cuando por su lado ven pasar a ese pequeño animal. Y tras él, rodeada de más niños, pero ataviados con el hábito antoniano, va su Santa Madre, María la de los Infantes, reina de todos los niños. Ella también entre sus manos lleva una pequeña palma como símbolo de alegría por ser la madre de ese gran Rey. ¡Hosanna al Hijo de David! Y montado en su pollino el Señor camina por las calles abulenses, desde la Catedral hasta el Convento antoniano. El júbilo y la alegría son los sentimientos que se viven en la alegría del Domingo de Ramos. Los Infantes que acompañan al Rey montado en su borriquilla.

Y adentrados en la Semana Grande, en la semana de muerte y Pasión, lágrimas y dolor. En este maravilloso día del Lunes Santo los sentimientos de los abulenses salen a flor de piel, las lágrimas de la madre son los rezos de cada persona que la mira. Un lunes santo en el que la Salud de los hombres es traicionada, mientras la más grande de la virtudes, la Esperanza, llora porque la Ilusión del hijo ha muerto. Es la mágica noche en la que el verde y el blanco se hacen uno. Es la noche de la traición, de un arrepentimiento, de una muerte y el llanto de una mujer. No está en su casa, pero como si lo estuviera, la Esperanza que este año la veremos salir de la Iglesia de San Ignacio, saldrá radiante, arropada de todos los abulenses que la veneran. Cuando pase por su casa, por su San Juan del alma, una pequeña lágrima se la escapará, pero en el mismo momento volverá a recobrar su alegría más sincera cuando camine por su calle bajo una lluvia de pétalos. La ha precedido el Hijo, que por treinta monedas de plata ha sido entregado cual vil asesino. Un simple beso que todos damos con el mayor cariño sincero, en este noche ha cambiado su significado. Braceros que lo mecen, que lo llevan con el mayor cuidado para que la entrega sea menos costosa, para que el Señor de la Salud tenga constancia de lo que ocurre en esta mágica noche. Entre cuestas y callejuelas, desde el barrio de las Vacas, desde esa pequeña ermita que tiene en su interior uno de los pilares de la fe abulense, cientos de capuchones acompañan a su Cristo. Te puede parecer que está muerto, pero no es cierto. Esta dormido, con sumo cuidado sus anderos le han conseguido dormir con ese vaivén tan característico que llevan. Arco del Rastro a la sombra de las murallas ha llegado Jesús, sumo cuidado mientras lo pasan y cuando queremos descuidarnos la calle de la Muerte y la Vida se nos echa encima. Llega la Ilusión, y levantado un poco la cabeza allí vera a su madre que con un pañuelo de lágrimas en la mano lo está esperando como cada año. Ya todos los cofrades son una única hermandad, el blanco y el verde se han fundido en uno. No hay distinción cuando están juntos la madre y el hijo. Todo está cumplido, Esperanza que llora porque su Ilusión ya no está, se ha marchado con el padre eterno, por la culpa de aquel beso traicionero que mira expectante desde una orilla. La Esperanza se rinde ante la Ilusión, le ofrece su mayor sentimiento. El encuentro que Ávila espera todo el año está realizado, ambos se han encontrado, Ávila ha llorado en este momento. La majestuosa Catedral ha sido participe en este hecho.
 Noche de encuentro de Lunes Santo,
noche de saeta que rompe el silencio,
noche de corneta y tambor,
noche de Salud, de Esperanza y de Ilusión.

A plena luz del día, cuando el sol se encuentra en lo más alto del cielo. Es el momento perfecto, la hora concreta para que se oigan esos tres golpes de martillos y el chirriar de las viejas puertas de las Gordillas. Costaleros preparados, el sentimiento más intenso está presente. Un golpe de llamador resuena en el Templo. El silencio solo se rompe con el rachear de las zapatillas. Parece que la puerta se ha encogido, apenas quedan centímetros a los lados. Y ya se asoma Él, el Señor como sus costaleros le llaman, maniatado mientras Caifás lo acusa con el dedo. Y en ese momento el sonido de la corneta inunda todo, ya está fuera Jesús Redentor. Jesús, el Hijo al que juzgan por nuestras culpas. No hay mirada que lo refleje mejor, unos ojos intensos que parecen que van a romper a llorar. Pero no, Él es fuerte para eso no se rendirá hasta padecer. Blancos capuchones lo acompañan en ese duro caminar cuando asciende la empinada escalera. Y ya está aquí, ya ha llegado el momento de que luzca como lo que es: Una Estrella. Rodilla en suelo y poco a poco la madre de Dios va saliendo. ¡Mírala, brilla como la más hermosa de las estrellas del firmamento! El palio que fuera la espera para sobrecogerla en su pena. Azul intenso cuando miro su manto, dolor cuando miro tus ojos y como andas por Ávila…no hay palabras que lo describan. Una lluvia de pétalos cae por los balcones de tu barrio. Como te quieren. Largas filas de velas te guían el camino. San José está atento a tu pasada. Las murallas pendientes a tu vera. Y esa Santa que desde lo alto del grande contempla el firmamento ve cómo pasa el Hijo Juzgado con su Estrella detrás.

La Catedral, espera como al atardecer de este Martes Santo, se abran sus puertas para que Ávila vea a una devoción que perdura con los años. Jesús de Medinaceli maniatado es cobijado por sus hijos de la Archicofradía. Color morado nazareno y el color oro de rey se tiñen alrededor de la Ronda de la Muralla para alcanzar la gloria de tan esperada tarde. Las lágrimas recorren las mejillas de San Pedro, que con las tres negaciones ha cantado el gallo en el arbol. El hombre que sufre por los pecados lleva la cruz a cuestas, un peso al que le ayudan sus cofrades a transportar tan duro peso del madero del Perdón. Y sí, el momento de la muerte ha llegado, clavado en la cruz en lo alto del Monte Calvario a la vera de su discípulo más querido acompañando el dolor de María. En los brazos de la Madre de Dios encontramos el Mayor Dolor, un hombre muerto sin vida, con el alma entregado a su Padre. Yacente en el sepulcro está esperando la venida de la Resurrección mientras su Santa Madre camina despacio derrochando Lagrimas a su paso.

La noche ha caído, todo está en silencio. Solo el sonido de las cadenas rompe en la medianoche. María Magdalena con sus perfumes sale al encuentro del Maestro. Que bello cuando pasas María por el arco, que recogimiento cuando atraviesas la calle de la Muerte y la Vida con la Catedral atenta a tu paso. San Vicente está esperando a que cruce su arco. La Vera Cruz te espera como cada año. Es el momento de confraternizar esa unión, esa larga trayectoria que desde siglos tiene unidas a estas dos entidades. Ánimas del Purgatorio y Vera Cruz, al igual que antaño acompañaban al reo de muerte, en esta Santa noche acompañan a Jesús Ajusticiado. María Magdalena entra al Humilladero para rendirse a las plantas del Señor, para llorarle y estar a su lado. Ávila se une, se postra a sus pies, Ávila canta a su Hijo, entona un Miserere que surge desde lo hondo del corazón. Recogimiento, una cadena, un tambor y el sonido de una carraca acompañan en este caminar  la visita del Maestro.

El románico abulense vuelve a ser una vez más protagonista en esta semana. El azul zafiro y el blanco inundan las calles de un barrio que acompañan a su Santa Madre de las Angustias. Una pequeña puerta ve como Cristo camina con la Cruz a cuestas casi al momento de arrodillarse, ve como la Agonía de un Hijo clavado en la cruz exhala el último suspiro de su aliento mirando hacia el cielo. Una madre rota de dolor, en sus brazos sostiene el cuerpo sin vida de su hijo que le han arrebatado. Oro de reina sobre su cabeza, un barrio que la quiere y la acompaña en su pena. Y como hace 2000 años Jesús recorre de nuevo las cuestas de la Jerusalén castellana para llegar hasta el Gólgota, hasta ese punto donde se abandona todo y queda solo lo más puro. La Catedral se impone ante las tallas que han llegado hasta ella. La madre se queda pero el Hijo se va de vuelta a su barrio. Arrodillado ha caído mi Dios, le he visto Agonizar entre las murallas de mi Jerusalén, y mi Santa madre Angustiada lo arropa bajo su manto.

Cae la noche, la oscuridad se ciñe sobre la Plaza del Mercado Grande, una vez más el crujir de los portones de San Pedro resurgen para dar paso a ese gran Cristo. A ese que lleva la cruz a cuestas coronado de plata por sus cofrades. El Santísimo Cristo de las Batallas cruza la plaza y a la vera de la muralla camino despacio mientras largas filas de capuchones le guían el camino.  Una gran cruz de Santiago cobija a los cientos de hermanos que visten de negro por las calles abulenses. Cruza el arco de la muralla para adentrarse por sus estrechas calles, camino lento con decisión y firmeza para que en un momento vuelva a salir por el Arco de San Vicente, encaminándose hasta la Plaza del Grande donde Santa Teresa aguarda su venida desde lo alto.

Madrugada del Jueves Santo, la Hermandad de las Batallas vuelve a salir por las calles de Avila. Este año no saldrá desde su casa, la Catedral de la ciudad será la protagonista de cobijar entre sus muros la hermosa talla antigua del Cristo de las Batallas. El color negro volverá a cubrir las calles de Ávila que con antorchas guiarán a esos anderos que mecen al Señor. Toscas cruces de madera portadas por hermanos encapuchados los acercan más a conocer la Pasión de su Rey. Una pequeña imagen pero un gran fervor. Desprotegido quedará cuando salga del recinto amurallado, pero la Muralla le seguirá velando para que vuelva a cruzarla en breves instantes. Miras su cara, y algo notas, le ha cambiado el rostro como cada vez que pisa las calles de su ciudad. La austeridad, el recogimiento y la devoción por una imagen son los pilares de esta madrugada. Un tambor destemplado y el sonido de una trompeta marcan todo el ritmo de la procesión.

Y la tarde del Jueves Santo se apresura, el Señor cena con sus discípulos alrededor de la mesa. Momento memorable en la cristiandad cuando nuestro Padre Jesús instituye la Eucaristía. Pan y vino sobre la mesa repartido a sus apóstoles, símbolo de fraternidad. La Vera Cruz, fiel a su día del Jueves, sale desde la Catedral para traer a esta pequeña ciudad amurallada la pasión revivida en sus pasos.  Santa Vera Cruz que en este año la podemos ver como sus hermanos la llevan sobre los hombros, lucirá con todo su esplendor en este año de su 475 aniversario. Tras ella va Jesús con sus apóstoles que se sientan alrededor de la mesa mientras Judas Iscariote prepara su traición. Un rezo al Padre Eterno mientras arrodilla está el hijo apartando el cáliz de la salvación. Un beso es el momento de traición mientras Pedro desenvaina la espada y corta la oreja a Malco. Ya está, Jesús empieza su Pasión, y así Juan Vela plasmo el dolor de las llagas cuando Jesús es amarrado a la Columna. Caído Jesús mío está sobre el frio suelo, como sufrir contigo este momento cuando el soldado te pone en pie. Solo Ella se acerca a ti, nadie se atreve, plasmado sobre un paño, te seca la sangre que cubre tan llagado y demacrado tu santo rostro. Y clavado en la cruz te veo bajo la atenta mirada de tu querida madre. Ahí tienes a tu Hijo María, Juan te acogerá en sus brazos al igual que lo hago yo desde mi corazón.  Y en la cruz ya ha muerto la vida, ya se ha rasgado el velo de templo cuando en su último aliento has clamado a tu Padre encomendando tu Espíritu. Ante ti querido hijo te han rezado todos los Ajusticiados que se encaminaban a la muerte, así a tus plantas me postro yo para pedirte por Ávila y su gente.

Viernes Santo de madrugada, toda Ávila y la provincia quiere acompañar a Cristo durante la subida al Monte Calvario. Un rezo de Vía Crucis que a la luz de la luna transita por los alrededores de la muralla. Bordeando Jerusalén va Jesús Ajusticiado, clavado en la cruz como un reo de muerte, ya está muerto, no puedo en mi alma con este dolor cuando al pasar por tu cruz al pie de la muralla recuerdo un encuentro con mi madre, como consolar al pobre y desvalido que llora, como dar las gracias por esas personas que  ayudan a llevar las cargas, como devolver los favores cuando me ayudar a levantarme, me limpian mis penas y dolores igual que la Verónica. Señor te han despojado, humillado y clavado en un madero, que fuerte es el sentimiento cuando al ver a tu Santa Madre en mi memoria como te sostiene entre sus brazos con lágrimas en los ojos, Y ya ha amanecido, la luna te ha acompañado en tu caminar por las empedradas calles de Ávila, mientras veía tu espalda dolorida por los latigazos que te han dado.

La Pasión llega a su momento cumbre, el Rey de los Cielos ha sido entregado a la justicia y así lo contemplaremos en esta impetuosa tarde. Desde la Catedral, la iglesia sede de Ávila por excelencia saldrán la comitiva procesional, como nunca antes la habíamos visto. Cornetas y tambores llegarán hasta la Catedral para acompañar a los diez pasos que conforman la procesión. La Santa Vera Cruz portada en hombros de sus hermanos saldrá radiante como el gran símbolo de los cristianos. Una señal de la Cruz cada vez que te invocas a Dios Padre. ¿Hay mejor manera de demostrar la fe que esa? El costal se abre paso por las grandes puertas,  pocas veces tenemos la oportunidad de ver salir a Jesús Redentor desde la Catedral y en este año es el idóneo. Juzgado por un dedo acusador camina el Señor mientras sus hijos lo mecen  ritmo de corneta y tambor. Aquí está el Hombre, Jesús esclavizado maniatado y presentado al pueblo. Medinaceli, con esa mirada de pena, resignado va por las callejuelas abulenses. Y el Señor con la Cruz de sus Batallas, con el peso del madero, con una mirada que te llega, que transmite la serenidad de un hombre que sabe lo que se le viene encima. Y ya llego el momento cumbre. A la hora nona ‘’Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu’’, el velo del templo se rasga en dos cuando ha visto morir a Jesús, al que todo Ávila ha puesto depositada su Ilusión. Un vaivén será el paso que camina el Dios que ha padecido. Una madre con gran pena, pero con gran Sabiduría que ha asumido con gran fe la muerte de su Hijo.  Y al momento de la Expiración, momento de entrega del Espíritu, Jesús sobre las Murallas muere entre nosotros. Ese Cristo que une a todas las cofradías y hermandades, este año se hace aún más fuerte la cercanía al monte calvario con la reliquia del Lignum Crucis en su cruz. Bajado Jesús de la Cruz su madre lo recoge en sus brazos Angustiada. No puede concebir en su cabeza que han hecho con su querido hijo ¿Que mal ha hecho? Una madre no lo comprendería, pero María  sabe cual era su destino. Una espada la ha traspasado el alma, siete espadas que penetran en un corazón cuando María de las Angustias camina sola sin rumbo que seguir con los ojos empapados en lágrimas. Jesús ya ha sido bajado de la cruz y colocado con cuidado en un sepulcro que nos deja ver las heridas, las llagas que traspasaron sus manos y sus pies. Jesús ha padecido en una tarde de Viernes Santo por su cuidado y ha muerto entre sus murallas.

Soledad de mi madre que se sostiene en un Sábado Santo sobre una cruz vacía. Quien madre mía te pudiera acompañar en tu dolor. Las mujeres intentan comprender tu pena, luto riguroso se vive en Ávila con una lluvia de mantillas negras que salen desde San Pedro. Sostienes un paño de lágrimas que parece caerse de tu Sagrada mano. Este año María no camina sola al pie de la Cruz. Contará con el respaldo de María Magdalena y María la de Cleofás. María entre sus manos sostiene la corona de espinas que con burla y escarnio los soldados romanos le colocaron al Hijo en la cabeza. Una cruz desnuda con un simple sudario espera que la vida triunfe sobre la muerte a la espera de la resurrección.

Alegría y júbilo marcan la mañana del barrio norte de Ávila. La dulzaina castellana no lo podía decir mejor con sus sonidos, con sus notas entonadas al ritmo del tambor. Un Buen Suceso está a punto de ocurrir. María sale a la espera de encontrarse con su Hijo. Jesús ha resucitado, la Buena Nueva está a punto de ocurrir frente a la Iglesia de la Sagrada Familia. Madre e Hijo se vuelven a reencontrar tras tres días de dolor y sufrimiento. El templo del corazón se ha reconstruido en tres días como Él dijo. Avila acompaña por toda la ciudad al Rey de Reyes triunfante que ya en poco tiempo asciende al cielo.


Todo culmina con el Hijo Resucitado, la alegría de la vida inunda nuestros corazones que durante una semana han sufrido como la pérdida del ser más querido se iba entre sus manos. El Rey de los cielos quiso Ávila para morir, para estar con sus hijos y velar por ellos. Cada momento vivido en esta semana es único.  El tañer de una campana Afligida anuncia que Jesús muere al lado de su madre de la Sabiduría. Jesús triunfa como rey esperando la traición de un beso rompe con la Ilusión y la Esperanza de una madre que llora. Juzgado está Dios por un sumo sacerdote mientras una Estrella del cielo le sigue su camino, que majestuoso señorío sale Medinaceli para redimir el perdón de los pecados que como María Magdalena en la noche limpia los suyos. Arrodillado subes al monte donde Agonizas, y tu madre te acoge con Angustias. Batallando una lucha contra el pecado vas cargado por nuestra culpa que en la tarde del Jueves Santo apartas el cáliz de la vida para morir Ajusticiado como un malhechor. Exhalando el último aliento bajo la Muralla, rota va María empapada en las lágrimas cuando ve sepultado y muerto. Soledad de una madre que rodeada de mantillas espera la noticia del Buen Suceso cuando se reencuentre contigo en el Domingo de la alegría Resucitada. 


365 días quedan para una nueva Semana intensa. La fe abulense se demuestra en lo más profundo. Ver a un niño sentado con su hábito por culpa del cansancio, como las personas mayores se les llenan los ojos de lágrimas al paso de Jesús y María. Como la juventud de las Hermandades crecen en tiempos difíciles y ponen toda su alegría y devoción en estos momentos. La Semana Santa es la más grande de la vida del cristiano, no podemos entender nuestra fe sin ella. Por ello pregonar este anuncio reconforta en el alma demostrando el sentimiento con que la ciudad reza, llora y vive su Semana Santa, su Semana de Pasión.


lunes, 2 de marzo de 2015

Teresa rezó frente a El Amarrado


Como tercer año consecutivo el segundo sábado de Cuaresma, Ávila tiene la cita con su patrona. Este año aun así más especial si cabe, ya que se celebró justo el día 28, a un mes de los 500 años de su nacimiento.
Minutos antes de las 5 de la tarde la Banda de Cornetas y Tambores de El Amarrado llegó hasta el Convento de la Santa para esperar la salida del Paso Procesional.
Los anderos de la Cofradía del Santísimo Cristo de los Afligidos fueron los pies de la Santa y el Amarrado. Una multitud de personas se amontonó a la puerta de la Iglesia para ver como con dificultad los anderos sacaban a pulso las imágenes por la pequeña reja, mientras la Banda entonó la Marcha Real.
Teresa caminó por las calles del casco histórico de su ciudad, realizando diferentes paradas donde se realizaron las meditaciones de la Pasión. Paradas emotivas como frente a la Iglesia de San Juan donde fue bautizada nuestra Santa o en la Plaza del Corral de las Campanas, donde está la estatua de San Juan de la Cruz, otro gran Santo abulenses y querido por todos en nuestra provincia.
Ávila se llenó una vez más de la dulzura con la que Teresa mira a ese Jesús atado a la Columna. La banda de cornetas y tambores una vez más cumplió su sueño que es tocar detrás de su Patrón. Ávila celebra con entusiasmo cada vez que su querida Teresa sale por la puerta del convento, y aunque no seas la talla real de Gregorio Fernández, no hay duda de que la ciudad se vuelca de igual forma.
El día 28 de marzo se acerca, la fecha que los abulenses celebrarán con alegría, el V centenario de la Patrona está a la vuelta de la esquina y con ello la gente se volverá a echar a las calles en el gran día, para honrar a su Santa.